Domingo de Ramos
Vigilia Pascual Jueves y Viernes Santo Domingo de Pascua
     

 

Vigilia Pascual (C)
7 de abril de 2007

Hemos celebrado en estos días la pasión y muerte del Señor, el misterio de su vida entregada hasta la muerte, de la vida crucificada de Dios. En esta vigilia, despiertos cuando todo duerme, celebramos su resurrección: el resurgir de la vida entregada hasta muerte, de la luz que vence la tiniebla, del perdón que rompe la cadena de la violencia, del amor que emerge sobre el odio...

El triduo pascual es tiempo privilegiado para actualizar la esencia de la fe. Somos personas religiosas, y por eso conviene no confundir los términos ni caer en la ambigüedad. Quien se entrega es Cristo, y es por eso por lo que resulta fundamental captar el significado de estos días desde el punto de vista de Jesús. En eso consiste la conversión a la que hemos sido invitados, que no es un sentimiento pasajero ni una emoción envolvente, sino un cambio de óptica, de horizonte, de enfoque vital... Y esto supone un cierto esfuerzo por nuestra parte: intentar ver la realidad con mirada resucitada, esto es, con los ojos del Resucitado, escucharla con el eco de su voz, sentirla con su propio corazón, decirla con sus mismas palabras...

La liturgia de la vigilia pascual nos va marcando el paso. Hoy se nos dice a través de cuatro verbos presentes en el relato evangélico: ver, escuchar, esperar, hablar... Marcada la realidad por cuatro órganos de nuestro cuerpo (¡no en vano proclama el credo la resurrección de la carne!): los ojos, los oídos, el corazón, la boca...

1° «¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?» ¿No se dan cuenta? ¿Hacia dónde miran?

  • Para ver al Resucitado hay que aprender a mirar: el arte de la mirada, mirar con ojos resucitados... ¡Jesús ha resucitado nuestra mirada!

Es imposible ver si los ojos están cerrados. Jesús no es uno más en la cadena de los profetas que lo precedieron. Los devotos ungüentos con que fue embalsamado y el sepulcro ya no valen. ¡Cristo vive! Dios no es una mente de poderes inciertos ni una voluntad de fórmulas misteriosas. Con frecuencia caemos en la tentación de adorar a un Cristo embalsamado, no al resucitado; de lindo rostro, pero difunto... Se buscan rezos, prédicas, hechizos, bendiciones, promesas, sahumerios y otra multitud de encantamientos para tratar de cambiar la voluntad suprema, como si esta consistiese en un abanico mágico de posibilidades que se concretan por presión. Dios es Amor, y se manifiesta como paz, armonía, unidad... Las mujeres son la primeras mensajeras de este gran suceso, que nos saca de los tópicos y de lo acostumbrado.

2° «María Magdalena, Juana y María la de Santiago, y sus compañeras contaban esto a los Apóstoles». Pero «ellos lo tomaron por un delirio y no las creyeron».

  • Para oír el mensaje del Resucitado hay que aprender a escuchar: el arte de la escucha, escuchar con oídos resucitados... ¡Jesús ha resucitado nuestros oídos!

Las cosas tienen su propio decir. Hemos de aprender su lenguaje y estar atentos a lo que nos comunica la historia. «Los hombres –decía San Agustín- pueden comunicarse y entenderse mediante signos, pero ¿quién es capaz de conocer sus registros, sus maquinaciones, sus preferencias y sus odios?» Nos equivocamos cuando pensamos que somos agua limpia, que los malos son los otros; pero nos equivocamos igualmente si no nos percatamos de que una gota de agua sucia también refleja la luna y puede llegar a ser espejo de la gracia divina... «Cuando se filtra el agua no hay que quedarse mirando la suciedad que permanece en el filtro, sino acudir a beber de la que brota limpia a la salida», dijo el sabio. El triunfo de Jesús en la resurrección es el filtro que nos purifica, el paño que nos limpia, el perdón que nos libera... ¿De qué quieres liberarte? ¡Mira a ver a qué estás apegado!

Pedro, como en otras ocasiones, toma la iniciativa, se separa del grupo y, curioso, va presto hacia el lugar de los hechos: «se levantó y fue corriendo al sepulcro».

  • Para sentir al Resucitado hay que aprender a esperar: el arte de la espera, esperar con el corazón resucitado... ¡Jesús ha resucitado nuestras esperanzas!

«La esperanza es la levadura de amor», decía San Agustín, y si es resucitada tiene tres características: se abre activamente a lo que Dios le ofrece, es don y gracia; no teme frente la lucha ni se acobarda ante la adversidad, es pasión; se muestra respetuosa y atenta, es paciente. Pedro es su imagen, primero cobarde, más tarde testigo...

4° Y «asomándose vio sólo las vendas por el suelo. Y se volvió admirándose de lo sucedido». Pedro se admira sin saber hacia dónde mirar... Y, entre crédulo e incrédulo, calla...

  • Para ser testigos del Resucitado hay que aprender a hablar: el arte de hablar, hablar con palabras resucitadas... ¡Jesús ha resucitado nuestras palabras!

Hoy abundan los discursos. La necesidad de estar hablando constantemente es una de las más pesadas cargas de la cultura moderna. Cristo es signo y testimonio: voz y gesto, dicho y acción, palabra y silencio... El Resucitado es quien fue cruficado. En su resurreción Dios deja claro cómo ha de ser la vida de sus discípulos: vida entregada hasta la muerte...

            Mirar con los ojos del Resucitado, escuchar con sus oídos, esperar con su corazón, hablar con sus palabras... «Es necesario que el Hijo del hombre sea entregado en manos de los pecadores, que sea crucificado y que resucite al tercer día». ¿Recordamos estas palabras? ¿Nos suenan como propias o son ajenas a nuestra vida? Si las consideramos nuestras, compartamos esta inquietud con las gentes de buena voluntad, «salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro, esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la historia nos levante. Quizás ya lo está haciendo de un modo silencioso y subterráneo, como los brotes que laten bajo las tierras del invierno» (Ernesto Sabato).

            Cristo ha resucitado. ¡Aleluya! En Él Dios nos ha liberado. ¿Quieres alcanzar la verdadera libertad? ¿A qué estás apegado? Con Él, con su mirada, con su escucha, con su corazón, con su palabra... aprendemos a mirar, a escuchar, a esperar, a hablar... resucitados. Signo y testimonio de resurrección, a eso estamos llamados. Sea así para nosotros en esta comunidad.