El 25 de Junio los
cristianos celebramos la
Solemnidad de Corpus
Christi.
Proponemos meditar sobre
su significado, a través
de la siguiente
reflexión:"…no sólo de
pan vive el hombre, sino
de toda palabra que sale
de la boca de Dios (Mt
4,4). Para que haya pan
para todos, primero
tiene que ser alimentado
el corazón del hombre.
Para que haya justicia
entre los hombres, la
justicia tiene que
crecer en los corazones,
pero ella no crece sin
Dios y sin el alimento
fundamental de su
Palabra.
Esta Palabra se ha hecho
carne, se ha hecho
hombre, para que podamos
recibirla, para que nos
pueda servir de
alimento. Por eso el
hombre tiene que hacerse
pequeño, para que pueda
llegar a Dios. Dios
mismo se ha hecho
pequeño, para que él
pueda ser nuestro
alimento y para que
podamos recibir amor de
su amor y el mundo se
convierta en su Reino.
En este contexto se
celebra la fiesta de
Corpus Christi. Por las
calles de nuestras
ciudades y pueblos
llevamos al Señor, al
Señor hecho carne, al
Señor convertido en pan.
Lo llevamos en la vida
cotidiana de nuestra
vida. Estas calles
tienen que ser su
camino, ya que él no
tiene que vivir
encerrado en los
sagrarios junto a
nosotros, sino en medio
de nosotros, en nuestra
vida diaria. Él tiene
que ir donde vamos,
tiene que vivir donde
vivimos. El mundo y la
vida cotidiana tienen
que ser su templo.
Corpus Christi nos
indica lo que significa
comulgar: tomarlo,
recibirlo con todo
nuestro ser. No se puede
comer simplemente el
Cuerpo del Señor, como
se come un trozo de pan.
Sólo se lo puede
recibir, en tanto le
abrimos a él toda
nuestra vida, en tanto
el corazón se abre para
él. Mira que estoy a la
puerta llamando, dice el
Señor en el Apocalipsis.
Si uno me oye y me abre,
entraré en su casa y
cenaremos juntos (Ap
3,20). Corpus Christi
quiere hacer audible
esta llamada del Señor
también para nuestra
sordera. Mediante la
procesión golpea
sonoramente en nuestra
vida cotidiana y ruega:
¡Ábreme, déjame entrar!
¡Comienza a vivir por
mí! Esto no acontece en
un momento, rápidamente,
durante la Misa para
luego desaparecer. Este
es un proceso que
traspasa toda época y
todos los lugares.
Ábreme - dice el Señor-
así como yo me he
abierto para ti. Abre el
mundo para mí, para que
yo pueda entrar, para
que yo pueda hacer
radiante tu razón
oculta, para que pueda
superar la dureza de tu
corazón. Ábreme, así
como he dejado abrirse
mi corazón para ti.
Déjame entrar. Él lo
dice a cada uno de
nosotros, y lo dice a
toda nuestra comunidad:
déjame entrar en tu
vida, en tu mundo. Vive
por mí, para que ella se
haga realmente viviente
-pero vivir significa
siempre entregarse una y
otra vez. En
consecuencia, Corpus
Christi es una llamada
del Señor a nosotros,
pero también un grito de
nosotros hacia él. Toda
la festividad es una
gran oración: date a
nosotros, danos tu pan
verdadero…"
Card. Joseph Ratzinger (S.S.
Benedicto XXI) Publicado
en: En Caminos de
Jesucristo, pp. 99-102,
Ediciones Cristiandad,
Madrid, 2004.