1)
Dialogar
con
Dios
"Alguno
de
vosotros
podría
tal
vez
identificarse
con
la
descripción
que
Edith
Stein
hizo
de
su
propia
adolescencia,
ella,
que
vivió
después
en
el
Carmelo
de
Colonia:
"Había
perdido
consciente
y
deliberadamente
la
costumbre
de
rezar".
Durante
estos
días
podréis
recobrar
la
experiencia
vibrante
de
la
oración
como
diálogo
con
Dios,
del
que
sabemos
que
nos
ama
y al
que,
a la
vez,
queremos
amar".
2)
Contarle
las
penas
y
alegrías
"Abrid
vuestro
corazón
a
Dios.
Dejaos
sorprender
por
Cristo.
Dadle
el
"derecho
a
hablaros"
durante
estos
días.
Abrid
las
puertas
de
vuestra
libertad
a su
amor
misericordioso.
Presentad
vuestras
alegrías
y
vuestras
penas
a
Cristo,
dejando
que
él
ilumine
con
su
luz
vuestra
mente
y
toque
con
su
gracia
vuestro
corazón.
3)
No
desconfiar
de
Cristo
"Queridos
jóvenes,
la
felicidad
que
buscáis,
la
felicidad
que
tenéis
derecho
de
saborear,
tiene
un
nombre,
un
rostro:
el
de
Jesús
de
Nazaret,
oculto
en
la
Eucaristía.
Sólo
él
da
plenitud
de
vida
a la
humanidad.
Decid
,
con
María,
vuestro
"sí"
al
Dios
que
quiere
entregarse
a
vosotros.
Os
repito
hoy
lo
que
dije
al
principio
de
mi
pontificado:
'Quien
deja
entrar
a
Cristo
en
la
propia
vida
no
pierde
nada,
nada,
absolutamente
nada
de
lo
que
hace
la
vida
libre,
bella
y
grande.
¡No!
Sólo
con
esta
amistad
se
abren
de
par
en
par
las
puertas
de
la
vida.
Sólo
con
esta
amistad
se
abren
realmente
las
grandes
potencialidades
de
la
condición
humana.
Sólo
con
esta
amistad
experimentamos
lo
que
es
bello
y lo
que
nos
libera'.
Estad
plenamente
convencidos:
Cristo
no
quita
nada
de
lo
que
hay
de
hermoso
y
grande
en
vosotros,
sino
que
lleva
todo
a la
perfección
para
la
gloria
de
Dios,
la
felicidad
de
los
hombres
y la
salvación
del
mundo".
4)
Estar
alegres:
querer
ser
santos
"Más
allá
de
las
vocaciones
de
especial
consagración,
está
la
vocación
propia
de
todo
bautizado:
también
es
esta
una
vocación
a
aquel
'alto
grado'
de
la
vida
cristiana
ordinaria
que
se
expresa
en
la
santidad.
Cuando
se
encuentra
a
Jesús
y se
acoge
su
Evangelio,
la
vida
cambia
y
uno
es
empujado
a
comunicar
a
los
demás
la
propia
experiencia
(…).
La
Iglesia
necesita
santos.
Todos
estamos
llamados
a la
santidad,
y
sólo
los
santos
pueden
renovar
la
humanidad.
Os
invito
a
que
os
esforcéis
estos
días
por
servir
sin
reservas
a
Cristo,
cueste
lo
que
cueste.
El
encuentro
con
Jesucristo
os
permitirá
gustar
interiormente
la
alegría
de
su
presencia
viva
y
vivificante,
para
testimoniarla
después
en
vuestro
entorno".
5)
Dios:
tema
de
conversación
con
los
amigos
"Son
tantos
nuestros
compañeros
que
todavía
no
conocen
el
amor
de
Dios,
o
buscan
llenarse
el
corazón
con
sucedáneos
insignificantes.
Por
lo
tanto,
es
urgente
ser
testigos
del
amor
contemplado
en
Cristo.
Queridos
jóvenes,
la
Iglesia
necesita
auténticos
testigos
para
la
nueva
evangelización:
hombres
y
mujeres
cuya
vida
haya
sido
transformada
por
el
encuentro
con
Jesús;
hombres
y
mujeres
capaces
de
comunicar
esta
experiencia
a
los
demás".
6)
El
domingo,
ir a
Misa
No os
dejéis
disuadir
de
participar
en la
Eucaristía
dominical
y ayudad
también
a los
demás a
descubrirla.
Ciertamente,
para que
de esa
emane la
alegría
que
necesitamos,
debemos
aprender
a
comprenderla
cada vez
más
profundamente,
debemos
aprender
a
amarla.
Comprometámonos
a ello,
¡vale la
pena!
Descubramos
la
íntima
riqueza
de la
liturgia
de la
Iglesia
y su
verdadera
grandeza:
no somos
nosotros
los que
hacemos
fiesta
para
nosotros,
sino que
es, en
cambio,
el mismo
Dios
viviente
el que
prepara
una
fiesta
para
nosotros.
Con el
amor a
la
Eucaristía
redescubriréis
también
el
sacramento
de la
Reconciliación,
en el
cual la
bondad
misericordiosa
de Dios
permite
siempre
iniciar
de nuevo
nuestra
vida.
7)
Demostrar
que
Dios
no
es
triste
Quien
ha
descubierto
a
Cristo
debe
llevar
a
otros
hacia
él.
Una
gran
alegría
no
se
puede
guardar
para
uno
mismo.
Es
necesario
transmitirla.
En
numerosas
partes
del
mundo
existe
hoy
un
extraño
olvido
de
Dios.
Parece
que
todo
marche
igualmente
sin
él.
Pero
al
mismo
tiempo
existe
también
un
sentimiento
de
frustración,
de
insatisfacción
de
todo
y de
todos.
Dan
ganas
de
exclamar:
¡No
es
posible
que
la
vida
sea
así!
Verdaderamente
no.
8)
Conocer
la
fe
Ayudad
a
los
hombres
a
descubrir
la
verdadera
estrella
que
nos
indica
el
camino:
Jesucristo.
Tratemos
nosotros
mismos
de
conocerlo
cada
vez
mejor
para
poder
guiar
también,
de
modo
convincente,
a
los
demás
hacia
él.
Por
esto
es
tan
importante
el
amor
a la
sagrada
Escritura
y,
en
consecuencia,
conocer
la
fe
de
la
Iglesia
que
nos
muestra
el
sentido
de
la
Escritura.
9)
Ayudar:
ser
útil
Si
pensamos
y
vivimos
en
virtud
de
la
comunión
con
Cristo,
entonces
se
nos
abren
los
ojos.
Entonces
no
nos
adaptaremos
más
a
seguir
viviendo
preocupados
solamente
por
nosotros
mismos,
sino
que
veremos
dónde
y
cómo
somos
necesarios.
Viviendo
y
actuando
así
nos
daremos
cuenta
bien
pronto
que
es
mucho
más
bello
ser
útiles
y
estar
a
disposición
de
los
demás
que
preocuparse
sólo
de
las
comodidades
que
se
nos
ofrecen.
Yo
sé
que
vosotros
como
jóvenes
aspiráis
a
cosas
grandes,
que
queréis
comprometeros
por
un
mundo
mejor.
Demostrádselo
a
los
hombres,
demostrádselo
al
mundo,
que
espera
exactamente
este
testimonio
de
los
discípulos
de
Jesucristo
y
que,
sobre
todo
mediante
vuestro
amor,
podrá
descubrir
la
estrella
que
como
creyentes
seguimos.
10)
Leer
la
Biblia
El
secreto
para
tener
un
"corazón
que
entienda"
es
formarse
un
corazón
capaz
de
escuchar.
Esto
se
consigue
meditando
sin
cesar
la
palabra
de
Dios
y
permaneciendo
enraizados
en
ella,
mediante
el
esfuerzo
de
conocerla
siempre
mejor.
Queridos
jóvenes,
os
exhorto
a
adquirir
intimidad
con
la
Biblia,
a
tenerla
a
mano,
para
que
sea
para
vosotros
como
una
brújula
que
indica
el
camino
a
seguir.
Leyéndola,
aprenderéis
a
conocer
a
Cristo.
San
Jerónimo
observa
al
respecto
:
"El
desconocimiento
de
las
Escrituras
es
desconocimiento
de
Cristo"
* * *
En
resumen…
Construir
la
vida
sobre
Cristo,
acogiendo
con
alegría
la
palabra
y
poniendo
en
práctica
la
doctrina:
¡he
aquí,
jóvenes
del
tercer
milenio,
cuál
debe
ser
vuestro
programa!
Es
urgente
que
surja
una
nueva
generación
de
apóstoles
enraizados
en
la
palabra
de
Cristo,
capaces
de
responder
a
los
desafíos
de
nuestro
tiempo
y
dispuestos
a
para
difundir
el
Evangelio
por
todas
partes.
¡Esto
es
lo
que
os
pide
el
Señor,
a
esto
os
invita
la
Iglesia,
esto
es
lo
que
el
mundo
–
aun
sin
saberlo
–
espera
de
vosotros!
Y si
Jesús
os
llama,
no
tengáis
miedo
de
responderle
con
generosidad,
especialmente
cuando
os
propone
de
seguirlo
en
la
vida
consagrada
o en
la
vida
sacerdotal.
No
tengáis
miedo;
fiaos
de
Él y
no
quedaréis
decepcionados.