“AHOGAR LAS PENAS” por el EPPA Los Robles Pilar ©
“Ahogar las penas en alcohol” (o en alguna otra adicción) dejó de ser solamente un verso tanguero acerca del aislamiento en el dolor para convertirse en un mandato social, en una manera de camuflar las propias aflicciones. Junto con las penas ahogamos nuestra voluntad y entendimiento, nuestras emociones y, en definitiva, nuestra libertad. Con ella sumergimos también nuestros afectos, nuestras oportunidades de ser felices, de construir con los demás la mutua felicidad, de compartir la propia espiritualidad. Por ello es que las adicciones comprometen seriamente los lazos afectivos
Sin embargo, además de este mandato, nos amenazan discreta y cotidianamente distintas adicciones. Nos referimos ineludiblemente al alcohol, drogas, fármacos, tranquilizantes, estimulantes, tabaco que a pesar de su evidente daño psicofísico seguimos practicando, alentando o tolerando con indiferencia. Pero también nos acechan otras prácticas más veladas y socialmente admitidas como son las adicciones al trabajo, a la computadora, a la comida, al sexo, al dinero, a la TV, al gimnasio, al consumismo, al deporte (golf, tenis, fútbol, rugby).
Estos apegos exigen su impostergable satisfacción. Y con ellos nuestras capacidades se adormecen, y el crecimiento personal propio y de quienes nos rodean se distrae hasta quedar destruido. Preferimos así vivir con menor conciencia; escapar a las oportunidades de aprendizaje y maduración; aislarnos en lugar de comunicarnos, de querer y dejarnos ser queridos.
Exorcismo
Si “ahogar las penas en alcohol” es el precepto que a la larga lastima –y mucho- a la persona y a su comunidad debemos elaborar un conjuro que nos permita abordar con mayor conciencia nuestra vida.
La opción de evitar las penas es una tarea inútil, porque ellas forman parte ineludible de nuestra existencia, quitarlas es ahogar ... la propia sabiduría. Por otra parte, encontrar nuevas sustancias con qué sofocarlas ha demostrado ser una tarea mucho más sencilla aunque inútil. Ello obliga también a la promoción de su asiduo consumo, sin equilibrio ni mesura, no sólo para financiar su elaboración sino también para mercantilizar la angustia humana.
La única variable posible para las penas es la de dejar de ahogarlas, ocultarlas, y confundirlas para tornar a evidenciarlas, reconocerlas y nombrarlas. A partir de esa identificación resurgirá la necesidad de crecimiento personal. Y desde su comunicación solícita se le sumará el desahogo primero, para reemerger después. Así el adicto, como cada uno de nosotros puede renacer espiritual y afectivamente.
Decirlo. Escucharlo
El término adicción significa literalmente “sin decir”. La incomunicación le es inherente. Como al borracho o al sedado que no puede articular palabra o a quien no se le entiende qué dice. Pero no exclusivamente a ellos no los entendemos. Quien abusa de la TV, del trabajo, del deporte, del dinero, del consumismo tampoco se le entiende qué le gustaría decir y tal vez él mismo ignore qué precisa decir. De esta manera toda adicción hace explícita referencia a problemas de comunicación.
Pero no olvidemos que la comunicación es necesaria para todas las personas, no sólo para el adicto. Cada uno de nosotros debe aprender a ejercitarla. No solamente decir qué le lastima o le hace feliz sino también saber escuchar lo que hace penar o alegrar al prójimo. Aún cuando nosotros seamos los motivadores de ese júbilo o de ese disgusto.
Esto no puede exigirse a nadie; debe ser pacientemente cultivado y preparado por cada uno; concertado; requiere disposición de tiempo, de atención y sobre todo una actitud de plena confianza entre los actores. No sólo permitirá evitar adicciones sino que sobre todo potenciará las relaciones afectivas entre las personas.
Esta primordial necesidad de comunicarnos es el único ensalmo que puede aliviarnos de aquél mandato sobre las penas: aprehendiendo las alegrías y tristezas y comunicarlas, poniéndolas en común. Como el precepto está puesto en esquivar las penas, la comunicación se convierte en un ejercicio arduo; esquivo para muchos, pero satisfactorio; comprometido e íntimo, pero enriquecedor y amoroso.
Anticipar y prevenir adicciones es evitar el aislamiento. Ello sólo será factible si construimos lazos de comunicación, de habla y de escucha atenta
© El EPPA (Equipo para la prevención de adicciones) se conformó en s etiembre del 2005 con padres de alumnos del colegio Los Robles. Lunes por medio se reúne en el Pueblo para ejercitarse en la mejora de la calidad de la comunicación.