Para qué sirven los
límites
Cuando nace, el niño es hedonista (busca permanentemente
su placer y la atención inmediata de sus deseos y
necesidades) y egocéntrico (tanto el bebé como el niño
pequeño tienen la idea de que el mundo gira alrededor de
ellos). Además de ésto, no sabe lo que es correcto o
incorrecto, hasta los 5 años el niño es premoral (lo que
significa que no hay una internalización de la norma,
son los padres quienes actúan como consciencia moral).
Se
espera que cada padre, paulatinamente, vaya mostrando a
sus hijos en cualquier situación lo que se puede y lo
que no se puede hacer. Los padres son quienes organizan,
ordenan, ponen freno al hedoismo y permiten ir
incorporando la tolerancia a la frustación evitando, a
futuro, enfrentar serios problemas emocionales,
profesionales, etc.).
A
veces por falta de seguridad, miedo o culpa de ser
anticuado se deja de ejercer esa importantísima
actividad. Entonces el niño comienza a tener
dificultades para aceptar cualquier límite.
El
niño que no es orientado y que cuando llora o reclama es
atendido en todo, tiende a perpetuar este tipo de
conducta. Si consigue que uno ceda a la cuestión de los
límites va aprendiendo a controlar el mundo a través del
grito y después, quizás, a través de la violencia y de
la agresión.
Educar es enfrentar un nuevo desafío cada día, cada
situación tiende a repetirse muchas veces. A veces los
papás tienden a ponerse ansiosos respecto de sus hijos,
quieren que ya, ahora entiendan. Y en educación no es
así. Es necesario repetir una, cien y mil veces para que
dé resultado.
Por lo tanto la regla es muy fácil: premiar y
recompensar actitudes positivas e ignorar y reprobar las
negativas.
¿Cómo poner límites?
Premiando o recompensando el buen comportamiento.
Es
necesario destacar las actitudes correctas del niño. Es
común que a veces se olviden de elogiar y que solo
resalten las conductas incorrectas.
Es
importante recompensar a través del cariño y aprobación
ya que fortalecerán su autoestima y cada vez sentirán
más placer en proceder en forma adecuada.
Con la misma naturalidad y cariño con que se lo elogia y
premia se debe conversar e intervenir cuando se equivoca
explicándoles y ayudándoles a reflexionar sobre las
actitudes incorrectas o egocéntricas.
Pero si después de conversar, explicar y dialogar no
logramos nada será necesario que el niño comprenda que
es el responsable de sus actos y de las consecuencias.
Si
ésto no se llevara a cabo las consecuencias podrían ser
muy graves: desinterés por el estudio, falta de
concentración, baja tolerancia a la frustración, falta
de constancia y falta de respeto al otro (padres,
compañeros, profesores, autoridades).